Del rojo Barberá al naranja Giner
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Del rojo Barberá al naranja Giner

Del rojo Barberá al naranja Giner

Fuente: Tribuna Libre

Proyectar los resultados de unas elecciones generales –y autonómicas en nuestro caso- sobre unos comicios municipales es un ejercicio arriesgado que tiene que ver más con intentar establecer un clima favorable que con la realidad de los resultados que puedan producirse el 26 de mayo.

Y, sin embargo, la tentación es máxima. La contienda está más reñida que nunca y un puñado de votos puede decantar la balanza hacia un bloque u otro, porque desgraciadamente estas elecciones no van de ideas y propuestas, sino que se ha polarizado por ideologías.

Si nos fijamos en la extrapolación de los resultados de las pasadas autonómicas, estos avanzan un giro hacia el mal llamado bloque de la derecha, bajo el liderazgo de Ciudadanos. La marca naranja encabezada por Fernando Giner sumaría un concejal más que en la pasada legislatura y, si nos atenemos a los resultados de los comicios de hace un par de semanas, conseguiría el sorpasso sobre el PP en la ciudad de Valencia. Y quizá también en las otras dos capitales de provincia, aunque eso ya es otro tema.

No es el escenario que ansiaba María José Catalá, cuyo discurso busca emular a la gran Rita Barberá. La única que dejó en evidencia a las encuestas de la época que vaticinaban que los regionalistas serían la fuerza más votada del centro-derecha. Un concejal inclinó la línea del éxito electoral, y también un concejal fue lo que marcó la mayoría absoluta PP-UV. Casi el mismo escenario actual, pero dándole la vuelta a las posiciones. A Català, ahora, las proyecciones le dan un mínimo histórico –entorno al 18,7% de los votos- y tan sólo seis concejales. Y, aun así, la suma de Ciudadanos, con el respaldo de populares y de los presuntos cuatro ediles de Vox, conseguiría la victoria por la mínima y la alcaldía para el bloque de centro-derecha.

Claro que este análisis no deja de ser una mera proyección de pasado sobre el presente y no tiene en cuenta algo esencial en unas elecciones municipales; la cercanía y la imagen del candidato. En estos comicios sí se tiene en cuenta a la persona, su empatía, su imagen y el grado de conocimiento que se tiene de su trayectoria. Y, por supuesto, los efectos directos sobre el barrio y el ciudadano de las propuestas planteadas. Porque aquí son tangibles, mientras que en unas nacionales –y autonómicas-, aunque influyan estos rasgos, se vota más a una marca –el partido y las siglas- o a quien la encarna, sea Sánchez, Casado, Iglesias, Abascal y Rivera. Y en el caso del último incluyendo también a Inés Arrimadas.

En Valencia se enfrentan una candidata lastrada por los resultados de sus siglas y la sombra de la corrupción en el consistorio municipal (Català), un alcalde cuya imagen se ha resentido más de lo previsto por la gestión en urbanismo, el enfrentamiento con la Junta Central Fallera y su falta de tacto con las tradiciones locales (Ribó); y un alcaldable que llega sin mochila política y con experiencia en la gestión privada, pero que necesita el cuerpo a cuerpo para que el ciudadano le pongan cara (Giner).

Junto a ellos, dos desconocidos. La candidata joven y de sonrisa perpetua que se siente  ungida por el actual presidente del Gobierno y con el viento a favor, pero que desconocemos si sabrá navegar en las aguas turbulentas de la política real (Gómez), y un candidato que tiene que enfrentarse a la resaca electoral previa en la que la dura realidad minó la ilusión desmedida de muchos electores que se pensaban que llenar mítines era ganar unas elecciones en el siglo XXI (Gosálbez)

Y ustedes dirán. Y qué pasa con Podem (Oliver). Pues pasa lo mismo que con su hermano mayor, que han dejado de ser relevantes. Si en las autonómicas han resistido por la imagen nacional, las previsiones de fagocitación a manos de Compromís les deja fuera de la partida.

Tres décadas después, Sandra Gómez y el PSPV todavía siguen reclamando el color rojo en la ciudad de Valencia. Desde que Rita Barberá dio la campanada en 1991, los socialistas no han sabido construir una alternativa que pudiera competir con el PP y sólo un concejal desequilibró la balanza a favor de Joan Ribó (Compromís), la bestia negra de la alcaldesa en 2015.

Por eso, mi apuesta para estas elecciones es naranja. Fernando Giner crecerá más de lo que indican las proyecciones y lo hará a costa del PSPV, y no del PP y VOX, que se canibalizan mutuamente, con ventaja para el primero por el efecto rebote a los resultados que han dado el Gobierno del país y de la Generalitat al PSPV.

Por una vez, la ciudadanía parece concienciada en que la tercera capital de España necesita que se la relance económicamente y se la devuelva al panorama internacional. Fernando Giner parece la opción más sensata en este camino, si tomamos como referencia las propuestas y medidas impulsadas en estos cuatro años de oposición activa.

Quizá no vivamos otro resultado como el de Rita Barberá en 2007, cuando batió todos los registros y su lista obtuvo el respaldo del 56,67% del electorado, una mayoría absoluta que le propició 21 concejales de 33. Pero si Giner confirma sus expectativas y consigue la alcaldía con un resultado que le deje margen de maniobra, podemos inaugurar el periodo naranja en Valencia. Eso sí, permítanme que les recuerde que el bloque de izquierdas se ha impuesto en 13 de los 19 distritos de la ciudad. Y que el PSPV, que en las pasadas elecciones tocó fondo y no ganó en ningún distrito, recupera ahora cinco, cuatro a costa de Compromís y uno a costa de los populares. Nadie dijo que fuera un camino de rosas –ni de naranjas- para nadie.

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Por José Antonio Giménez

Especialista en Marketing Político