¿Cuántos escaños otorga un debate televisivo?
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¿Cuántos escaños otorga un debate televisivo?

¿Cuántos escaños otorga un debate televisivo?

Fuente: Tribuna Libre

Es la pregunta que todos se hacen y para la que nadie tiene respuesta. Y, sin embargo, la mayoría de fuerzas políticas han descargado casi todo el peso de la campaña en él, o en ellos, según hablemos del debate de cabezas de lista, o los sucedáneos que lo acompañaran en días previos y posteriores.

La realidad es que esta campaña no la quería nadie, salvo el PSOE, porque las finanzas de todas las formaciones están en números rojos. Incluidas las de los socialistas, pero ellos tienen el comodín de utilizar La Moncloa, los medios públicos y las ruedas de prensa del Gobierno para darse promoción y descargar entre líneas sus mensajes electorales.

De hecho, a nadie extraña que la Junta Electoral Central haya abierto un expediente sancionador al presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, por el uso electoralista de las dependencias de La Moncloa para una entrevista -como candidato del PSOE- concedida a La Sexta con motivo de la exhumación de Franco. Ni tampoco el expediente a la ministra Portavoz, Isabel Celaá, por el uso electoralista de la rueda de prensa del Consejo de Ministros, en la que más que informar se dedicó a valorar –que no analizar- logros del Gobierno.

La premeditación del PSOE se demuestra en que su indignación se reduce a anunciar que presentará alegaciones para evitar la multa, a sabiendas de que sancionados o no, el trabajo ya estaba hecho, que es de lo que se trataba. Bienvenida la sanción –hecho inédito en la democracia española- si trae consigo la elección, porque para ser reelegido antes hay que ganar unas elecciones y ser nombrado Presidente. Y eso no ha ocurrido.

Pero no nos dispersemos, volvamos a la cuestión principal. ¿Cuántos escaños otorga un debate? Según diversos estudios sesudos, los debates, incluso los históricos que han servido de paradigma, caso del Nixon-Kennedy, apenas modificaron el voto en un 6% del electorado. Mucho ruido para tan pocas nueces.

Sin embargo, lo que sí recogen numerosos estudios es que los debates refuerzan las tendencias políticas de la audiencia, ya que la gente se expone a ellos cargada con los prejuicios de sus propias tendencias y simpatías políticas, y no cambia la intención de voto aunque su candidato haya perdido el debate. Luego son una especie de mitin colectivo.

Por tanto, la estrategia política de Pedro Sánchez ha sido –y es- la que históricamente ha dado más frutos positivos; establecer una corriente de opinión, apuntalada por una encueta del CIS cocinada ad hoc, en la que sube como la espuma VOX –temida ultraderecha – y quedan debilitados los partidos que le darían suma por izquierda y derecha –Unidas Podemos y Ciudadanos-, con el fin de obligar a la oposición –encarnada por el PP- a una abstención, siempre que no cometa ningún error en la campaña, y particularmente en el debate. Un escenario óptimo para un Pedro Sánchez que no se siente cómodo en los debates y que es el que más tiene que perder, aunque esa pérdida sea exigua en realidad.

No olvidemos que los debates sí influyen en el votante indeciso y, de hecho, algunas investigaciones apuntan a que los debates electorales tienen mayor efecto cuanto más reñidas están las elecciones, que sería el escenario el que nos movemos. De ahí, la tendenciosidad de la encuesta del CIS que dibuja un escenario diferente al de las tendencias mostradas por el electorado en los últimos días, que apuntan a un empate técnico entre las dos fuerzas tradicionales, y un equilibrio en los % de votos de los tres partidos más nuevos, en dura punga por el tercer puesto.

Entonces, ¿cómo es que formaciones como Unidas Podemos y Ciudadanos fían toda su campaña al debate y las redes sociales? Que sepamos, en la serie histórica de las campañas presidenciales en Estados Unidos, los debates tienden a reforzar la intención de voto en aquellos ya comprometidos, y el número de ciudadanos que cambia su intención de voto a causa del propio debate se ha venido estimando entre el 1 y el 4%. Con estos porcentajes, poco margen hay.

Quizá, eso explique porque hay candidatos que ganan los debates y, sin embargo, pierden las elecciones. Caso de Rivera e Iglesias en los pasados comicios. Un error de planteamiento repetido en  estas, en las que los dos mejores oradores pueden llevare la pasajera miel del triunfo televisivo, pero quedarse con el regusto amargo de ver como los de siempre siguen por delante.

En una campaña exprés como la actual, lo realmente importante para un candidato no es ganar el debate, sino la batalla estratégica de la campaña en su conjunto, y aquí el PSOE lleva ventaja. Y sólo la sucesión de puntos críticos de la semana decisiva; debate de candidatos, debate de portavoces, datos del paro y violencia en las calles pueden provocar un desajuste suficientemente grande para dar la vuelta a las encuestas.

Lo único cierto, a fecha de hoy, es que el candidato que pretenda ganar el debate tendrá que saber a quién ha de convencer, y no es ni al moderador, ni al adversario ni a todo el público, sino que tendrá que centrarse en reforzar el apoyo de sus votantes y atraerse a parte de la audiencia que está deseando ser convencida: antiguos votantes, abstencionistas, electores decepcionados con el rival… y quizá son los partidos que basculan al centro, empezando por Ciudadanos, quien más terreno puedan recuperar.

Un aviso para navegantes, entre abstencionistas e indecisos, casi el 45% del electorado no ha decido el voto o tiene dudas de su elección a 10 días de la noche electoral. No den por perdido ningún barco porque las sorpresas pueden llegar por todos los lados del espectro político.

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Por José Antonio Giménez

Analista de Marketing Político

Sanserif.es