“Cosas” que no vemos y nos facilitan la vida
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“Cosas” que no vemos y nos facilitan la vida

“Cosas” que no vemos y nos facilitan la vida

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Quizá, sabedores de esto, hemos creado una lista de días mundiales e internacionales que crece día a día y nos recuerda permanentemente algunas de esas cosas que pasan desapercibidas sin las que nuestra vida sería mucho más difícil. Y el diseño es una de esas “cosas”.

Se acaba de celebrar el Día Mundial del Diseño, una disciplina nacida para resolver problemas que muchos confunden. La mayoría de la sociedad asocia el diseño a la moda, entendida aquí como el trabajo de modistas y costureras, o a un tipo de objetos divertidos, llamativos, que se adornan con frivolidad caduca y poco más, cosas a las que no hay que pedirles mucha practicidad.

Si bien es cierto que un buen diseño ha de ser novedoso o atractivo y como tal, puede sorprendernos e incluso divertirnos al verlo y utilizarlo, eso no es lo esencial. Lo esencial es que lo que mejore el uso de las cosas que utilizamos, o soluciones nuevos problemas asociados a la evolución de nuestro estilo de vida.

Y en este proceso es necesario modificar la forma de los elementos que lo componen y/o crear otros nuevos. La forma que requiere la función es mucho más exigente que lo que permitiría únicamente lo estético o lo artístico. Y, sin embargo, seguimos valorando lo efímero frente a lo eficiente, lo decorativo frente a lo resolutivo. Una nueva muestra de que nuestra sociedad carece de una cultura del diseño o, lo que es lo mismo, una cultura que valore el resultado a largo plazo.

Otro factor decisivo es que las industrias del país siguen dándole la espalda al diseño, precisamente en tiempos de crisis cuando tanto lo necesitan. Los muchos años de retraso que llevamos frente a otros países europeos, también en lo que a la cultura sobre diseño se refiere, hacen muy necesario que nuestra industria apueste por él. Esto dista mucho de ser así. De los cientos de productos que cada día salen al mercado, el porcentaje de los que han sido creados -entiéndase pensados, evolucionados, mejorados…- con la colaboración del diseñador es ínfimo, y eso se nota.

En un mercado global repleto de excelentes productos ajenos, perfectamente estudiados y competitivos, para que los nuestros tengan alguna posibilidad de ser los elegidos tienen que ser pensados y creados con ese mismo planteamiento. Así el diseño, bien entendido, es una herramienta “imprescindible” para la recuperación económica, la competitividad y el reconocimiento nacional e internacional, que acariciamos a principios de los ochenta.

Si queremos que el diseño contribuya a una mejora real de nuestros productos y de nuestra economía, es necesario que olvidemos su promoción basada en lo espúreo y nos concentremos en destacar las soluciones y aportaciones de la generación perdida, esa que ahora se encamina a celebrar sus dos décadas de profesión. Esa que es la primera generación con una formación técnica específica, que ha tenido que emigrar para lograr reconocimiento. Esa que lucha día a día porque en nuestra industria se deje de extrapolar, exportar o aplicar soluciones caseras a problemas que ya han recibido una respuesta satisfactoria a unos cientos de metros.

Por eso hace falta un Día Mundial del Diseño. Ojalá, éste consiga que la sociedad entienda que para crecer hay que apostar por los profesionales. Tristemente, que poco le cuesta a la gente ponerse a diseñar y… ¡cuánto les cuesta a los diseñadores ponerse a escribir!