Algo va mal en la Generalitat
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Algo va mal en la Generalitat

Algo va mal en la Generalitat

Fuente: Tribuna Libre

Tenía razón Tony Judt cuando puso el título de ‘Algo va mal’ a su apasionado llamamiento a resucitar los valores colectivos y el compromiso político, según reseña de Google Books. Y mucha más razón tenía quien decidió ponerlo en la escenografía del discurso de Fin de Año del President de la Generalitat Valenciana.

Algo va mal, cuando en el despacho del presidente abundan los libros de lectura supuestamente propios. Un indicativo de que las muchas horas que pasa en él no las dedica a trabajar por los valencianos sino a la lectura de pensadores políticos marxistas y de poesía. Siempre es de agradecer que un presidente lea, pero carece de sentido que lo haga en horas de trabajo, por no decir que es una falta de respeto a los ciudadanos que lo eligieron.

Merecería un artículo monográfico la selección de libros del despacho de Puig, entre el revival, la añoranza y la crítica al sistema capitalista, notas que perfilan una figura política de sonrisa forzada que tan perfectamente resume Francisco Brines en el “Romancillo del Pasado”*, que seguro lee y relee Ximo Puig mientras degusta unas naranjas o clementinas de la Comunitat Valenciana. Esas que tiene al alcance de su mano. Quizá, un mensaje subliminal a la formación que lidera Juan Córdoba y que puede ser determinante para que Puig pueda seguir leyendo en su despacho otros cuatro años.

Títulos como ‘Contra el fanatismo’, de Amos Oz; ‘La identidad cultural no existe’, de François Julien; ‘Entre dos nadas’, de Francisco Brines; ‘En defensa de la Ilustración’, de Steve Pinker; ‘El orden del día’, de Eric Vuillard; ‘Requiem por el sueño americano’, de Noam Chomsky; ‘Ernest Lluch’, de Joan Esculies o ‘Algo va mal’, de Tony Judt.

Y es que es cierto, Algo va mal. Si una imagen vale más que mil palabras, la escenografía en la que se desarrolla el trabajo diario del President, tradicionalmente reservado a las reuniones de trabajo privadas y audiencias, es un auténtico puzle de lo que esconde la cabeza de Ximo Puig. Un político preocupado por sí mismo, incapaz de aceptar el paso del tiempo, y más pendiente de la epidermis que del fondo de la cuestión.

Por ejemplo, detengamos en la elección de un plato de cerámica de Manises para el centro de mesa. Un recuerdo al pasado glorioso de una industria venida a menos y un doloroso olvido de la de Álcora, Onda o Paterna, por mencionar otras de similar relevancia. Una pena que entre los libros sobre los que basa sus discursos e intervenciones no hubiera ninguno sobre la industria cerámica o, al menos, un catálogo del Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí para descubrir el esplendor de este sector y su incidencia geográfica en Alicante, Castellón y Valencia.

Algo va mal, cuando la pluma roja -como no- del President reina en su escritorio para firmar los “acuerdos importantes”, como el Pacto de Botánico. Importantes para Ximo Puig, claro. Un pacto fáustico que lo llevó al sillón de la Generalitat a costa de saldar la cultura, la educación y los servicios sociales. O para firmar el pacto por la financiación justa que se ha quedado en papel mojado.

Algo va mal cuando destaca en su despacho una fotografía de la visita exprés del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a los actos del Día de la Comunitat para hacer entrega de la Alta Distinción a Carmen Alborch, fallecida semanas después.  Y va mal porque no es un recuerdo a Carmen, que tendría sentido. Sino porque es una claudicación ante quien capitanea el barco del socialismo español. Que sólo estuvo un par de horas aquí mientras monta mini-cumbres y riega de inversiones otras autonomías.

Esa fotografía destacada en el despacho de Ximo Puig es la quien sólo viene a la Comunidad Valenciana a disfrutar de conciertos en el Festival Internacional de Benicàssim (FIB) o poner medallas a ex Ministros socialistas, y cuyas políticas a efectos prácticos recortan los trasvases, mantienen el pago de las autopistas, siguen sin dar respuesta a la infrafinanciación de la Comunidad y acaban el año con las restricciones de crecimiento al Cava Valenciano.

Si una imagen vale más que mil palabras, podíamos quitarle el sonido a la televisión porque ya había suficiente ruido en la escenografía montada para el discurso de Ximo Puig.

Realmente, me hubiera gustado otro discurso. Uno que se pronunciase en el espacio real en el que desarrolla el trabajo diario de Ximo Puig y no en un decorado de cartón piedra que, como en las fallas, de lo grotesco que fue, dio un perfil político muy realista.

Al menos, se acordó de defender la igualdad de género y la mencionó en un día relevante. El resto fue una enumeración de hecho gloriosos para Puig e intrascendentes para la sociedad valenciana, desde la aprobación de la disposición adicional para que las inversiones del Estado en esta Comunidad sean equivalentes al peso demográfico de la región, que a efectos prácticos no supone que la financiación recibida se modifique, hasta la aprobación de los Presupuestos “por cuarta vez en tiempo y forma”, cuando el tripartito tiene mayoría en la cámara y es una obligación de todo gestor sacar adelante los presupuestos para garantizar el funcionamiento de la administración.

Si esos son los logros del Consell, los valencianos agradeceríamos que se convocaran elecciones cuanto antes para elegir a otros representantes.

*Sólo a título informativo:

Romancillo del pasado

Siempre mirando hacia atrás

añorando al que fui,

y cuando fui, no supe.

Debí ser muy feliz,

pues no me importaría

volver a aquel vivir

con la misma inconsciencia

de no saber de mí

sino, al pasar del tiempo,

que fui cuanto perdí.